Cuando Tamara Rojo se preparó para el Concurso Internacional de Danza de París en 1994, el doctor Juan Bosco la ayudó a recuperarse de una lesión. Finalmente, la bailarina pudo presentarse, lo ganó y, a partir de ese momento, su carrera despegó hasta consolidarse como una de las grandes figuras de la danza. Es una de las anécdotas que rememora Bosco, pionero en España en la Medicina de las Artes Escénicas, tras promover el primer curso nacional de esta especialidad en Alcoy en el año 1985.
Desde entonces, por sus manos han pasado bailarines, además de la citada Tamara Rojo, como Nacho Duato o Eva Yerbabuena; compañías como el Ballet Nacional de España o el Circo del Sol, y pianistas como Josep Colom o Rosa Torres-Pardo, ambos Premio Nacional de Música. «La danza y la música son el mejor laboratorio del movimiento humano. La primera, por sus capacidades físicas, coordinativas y exploratorias del espacio y movimiento; y la otra, por sus interacciones con el cerebro, las emociones y la técnica del instrumento y que, a semejanza de un deportista de élite, requiere de un diagnóstico y un tratamiento intensivo para evitar la pérdida de horas de trabajo», explica el doctor.